Hubo una vez un aullido, su oscilación
tensaba el tiempo del cuerpo
en afinación rara.
Mi animal era fuego.
Su ojo inmediato
se devoraba a sí mismo,
veía la desaparición.
Por eso
se perdía.
*
Me devoró la pasión hasta
que no quedó de nosotras
mas que el embarque,
trance,
erizamientos,
adivinanzas.
Sin anclajes la tierra nos muerte
boquiabiertas.
Somos respiradas sin saberlo,
en la apelación cruda
de las plantas de los pies.
Como un loco llevo
los cuatro elementos
por el espacio que dura
nuestra noche sin casa.
katara huele mis dedos.
Escucha ruidos en la mano del mar.
Se alimenta de hermosos colores
algas, escamas, besos resbaladizos.
Seguimos exorbitantes huellas dactilares,
recolectamos palabras desperdigadas,
despojadas de su visión animal
y les metimos la lengua.
Perras desleales hurgamos
en lo que emerge
de estarnos así.
*
Es día y noche, ese momento.
katara y yo danzamos, caemos
de pronto a un agujero
muy pequeño.
Por él, solo pasa
nuestra voz.
Ladramos amorosamente,
diferidas sin miedo,
una eterna fracción de soledad.
Hay pulsos que sobreviven,
las astillas mecen sus penumbras.
El tiempo y el espacio están
aquí, entre nuestras pieles,
pero las paredes se impacientan
porque viajamos sin llegar.
El gemido atlántico
bajo las uñas desorientadas,
umbral que disuelve utopías
en la miel justo antes
de soltar.
Astros vagabundos se deleitan
en la virtud de las plantas
indomables,
intraducibles.
Nosotras no sabemos si habrá
flora en estas ruinas. Las alimentamos
con ternura sin más.
Gruñimos
canciones invernales.
lejos de katara (2020)
[fragmento]
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